La ceiba no se dobla aunque el viento sea brujo
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Por: Darys J. Vázquez

En la sabiduría yoruba La ceiba no se dobla aunque el viento sea brujo, es más de lo que dice, es un axioma espiritual, político y estético. Se trata, quizá, de una resistencia ontológica frente a la invisibilización de los “saberes negros”. Lydia Cabrera, en El Monte, lo afirma con claridad, «(…) la ceiba como el de un tipo perfecto de árbol sagrado: Iggi Olorun, Iroko, Nsanda Nkuni Sambi, la “Santísima Ceiba”, es concretamente, en la conciencia mística de nuestro pueblo, Árbol Dios, más que árbol de Dios».

Profundamente conectados con la espiritualidad ancestral africana, Mendive y Olazábal tienen la capacidad de rehacer el mundo en sus obras. Lejos están de los subterfugios de moda o del folklorismo de magazine. Los une la lucidez terca de “redefinir lo humano” desde una perspectiva decolonial. No importa ser un entendido en sus cosmogonías, para entender de que van sus visiones. Son artistas fundaciones, epistemologías vivas. Los aires de una estética emancipadora llegan hasta el más calmo de los observadores. Ambos desafían la racionalidad occidental y proclaman una forma de conocimiento traducido en el cuerpo, el rito compartido y la memoria; son testigos y guardianes de tradiciones. Aún así, la creación de uno no se parece a la del otro, pero, de tal suerte que, hacen retumbar por doquier un mismo eco: la afirmación de lo espiritual como forma de conocimiento y archivo de resistencia.